Me escuecen los dedos de llamar a tu timbre.
Sólo quiero que bajes.
Abre el inmenso portón
y no me escuches si no quieres,
no me mires,
no me hables
pero dame la oportunidad de ser justo con los días,
no soy de los que se esconden
ni el oportunista que acude
sólo donde huele a victoria,
los sabores más nobles y prolongados
requieren paciencia y tiempo,
lo sabe el buen cocinero:
“saber” viene de “sabor”.
Por eso,
por todo aquello que me negué a degustar,
baja a la calle
y mira hacia otro lado
mientras yo le hablo a la noche de diciembre,
dame la oportunidad de pedir perdón,
de agradecer al mundo lo que me ha ofrecido
porque soy –desgraciada y lúcidamente-
consciente de todo lo que he perdido.
Marcos Yáñez